TLALCHITONATIUH"
Los tiempos del cuarto sol"
Noventa años han viajado desde que el primero de tu nombre acudió como tú, a su cita con el destino. Fué entonces que se escribió por primera vez el que llevarás como identidad en los amplios caminos que estrenas con un llanto, original sonido que a tu vida infundirá la individualidad que el tiempo tornará en palabra.
Tu Bisabuelo Francisco inició este ritual de sentimiento y esperanza en su estirpe, dedicándome un libro con la mirada en el niño, con el mensaje para el hombre; imposible superar sus conceptos, vano pretender igualar su genio. Mi padre fue gigante, y yo apenas, a veces, un reflejo incapaz de escalar su estatura.
Pero atávico, profundo enamorado de su esencia, acudo alborozado a tu encuentro, mudo ante el profundo e inconmensurable milagro de tu vida; nueva saeta que Dios y el destino proyecta hacia el mañana, en un renovado ímpetu de vuelo de nuestra sangre y nuestro nombre. Una misma cuerda genética ha dado impulso para nuestro particular viaje a la oportunidad de lo desconocido, pero la lazca de pedernal que guía tu vuelo sólo obedecerá a tu voluntad que con su filo troquelará mañana tu carácter y tu rostro.
La fortuna, entendida por gemas y metales preciosos, nunca estuvo presente en nuestra cuna, creo que ha sido mejor pues poco valen frente a los dones que el Supremo Hacedor de la vida nos ha regalado. Ojos para colmarlos de sol, luna y estrellas, de cimbreantes maizales, de silentes paisajes y montañas; olfato carcelero de aromas y perfumes en mañanas
frescas de gentiles flores, gusto de parras en sangrar de vinos, de frutos de la milpa y los ganados; archivo de sonido en limpios trinos, balidos de corderos, voz de truenos; la sedeña tersura de la tierra, polvo hermano del polvo en que habitamos, el alma de cristales en la lluvia que despierta en milagro de semillas; la caricia inefable de los vientos; el placer de vivir con cada golpe que el noble corazón manda a las venas, por querer decir con sonidos del alma las cosas del espíritu, por querer copiar con la voz el gorjeo de cenzontles, habitantes del pecho y de los sueños, por querer gritar al mundo "Aquí estoy y soy parte de ti, desde tu origen y hasta tu fin".
Sé que tu mirada vivirá en el espacio en que reinan los astros y las aves, puesto el ideal en las alturas de los más limpios valores, en el universo de Ias más puras intenciones, en la práctica de los mejores dones de la hombría de bien. Cuando tus ojos bajen a la tierra, que sea para beberla con tus pupilas en su magnificencia, para sembrarla de ideas y acciones, de semillas y árboles, para prestar tu mano a quien la necesite aunque no te lo pida, para afianzar tu paso y hacer huella que hable de tí a quienes te sucedan.
Ríe cuanto puedas, llora cuanto quieras, sé cuerda, sé metal y sé membrana. Cuando la felicidad colme tu mundo déjala salir en estridente carcajada que rompa el diáfano cristal del día; cuando sufras permite al mar asome a tus pupilas y disipe las tormentas de tu alma; creo que si el hombre fue hecho de arcilla, ésta fue modelada con lágrimas de Dios que en su designio inescrutable puso en la tierra la alegría y el llanto.
Cuando tus ojos de hombre enseñoreen la tierra y hagas tuyas distancias y caminos, andaremos juntos; tú, aliento y pie que marcará la senda; yo, recuerdo dormido entre tu linfa.
Tu abuelo Francisco