ALGORTA

En el País Vasco

El milagro de verlos va en la mente
transido del dolor de la partida;
un trasunto de vida por la vida,
el verter el pasado en el presente.

Con alas de gaviota y de milano
fué el alma prisionera de un anhelo;
zurcar el viento por mirar el suelo
que hizo a tu abuelo y a mi abuelo hermano.

A esa añosa casona, el Puerto Viejo,
me ha traído el soñar de mis raíces,
con canción inventada en mis maíces,
traspolada la vid del vino añejo.

Prisionero por siempre irá en los ojos
un bosque de magníficas melenas
cabelleras que Dios, a manos llenas,
donó a esta tierra de celajes rojos.

Eguzqui y Tonatiuh, fuego divino,
en Euzkadi y Aztlán dieron la pauta
al ancestro y la sangre, antiguo nauta,
que hoy regresa a sus huellas el camino.

Feliz reencuentro con mi sangre y raza,
caro placer que me prestó la vida
de buscar en el mar, huella y partida
en espumas y nubes que hacen traza.

De un terrón que de azúcar en Algorta
pide al sol que en distante lejanía,
diga al rubio emigrante que es el día
en que ha vuelto su sangre fiel y absorta.

Ya nada sera igual, quedo cautivo
del Golfo de Bizkaia y de sus riscos,
de cencerros, de ovejas y de apriscos,
del tiempo en que viví, sin estar vivo.