A Joaquin
La noticia de tu llegada me ha conmovido, tanto, que la pluma ha quedado muda en la mano carente de expresión, incapáz de discernir sobre el profundo misterio de tu vida, pues para que te transmutaras de semilla en fruto, has viajado por milenios inexcrutables que no caben en los conceptos de la Antropología que pretende encerrar al tiempo infinito en calendarios con millones de años.
No, ahora naces pero siempre fuiste y serás; tu origen empieza a caminar como promesa desde que el Supremo Hacedor inventó la nada y de ella el todo; ya estabas ahí presente en la nebulosa, en el silencio del espacio viajando entre cometas y estrellas, en la primera gota de agua, en la fé que en todo ser dispensó Dios para convertirte de potencia en acto y de esta maravillosa realidad crear su esperanza en la vida.
Ahora despiertas del profundo letargo que te llevó omnipresente desde el primer ser vivo y estuviste azorado ante el primer fuego, refrescado y feliz con la primera lluvia en la piel y en la garganta, en el miedo inicial ante las fieras y en la mano cortando el primer fruto;
fuiste primer testigo de la luz, primer adorador del sol, aún antes que el viento inventara la voz en tu sonido.
Desde siempre eres cólera y paz, guerrero y santo, risa y lágrima, fortuna y desventura, luz y sombra, abismo y estrella, empuñando la cruz y la espada, la pluma y el arado, porque eres cuanto fueron tus antepasados y has viajado con ellos a través del incoloro tiempo en sus pasiones y en sus virtudes, en sus aciertos y en sus errores, en su fuerza y en su flaqueza, y es tan maravilloso entender que en ese viaje particular de la célula, la genética y la sangre, hemos viajado juntos en el profundo misterio de un igual origen, igual te he llevado en mi como trasunto de mis padres, que tu me llevarás en ti en tus próximas siembras y cosechas, compartiendo el asombro en el foro distinto que cada día te dará al caminar un escenario.
A veces no sabrás porque ríes, porque lloras; como parte de un todo eres resúmen de lo que otros son y fueron, llevas acumulado tanto tiempo en tu ser que ahora que despiertas para ser árbol, relegas al gentil humo del sueño el recordar cuando fuiste una semilla sin surco, un huevo sin trino, un vapor de nube y un aire sin viento. Ahora tu viaje ha tocado la piel de la tierra y pronto dibujarás sobre ella tu identidad en la primera huella, y gritarás al mundo que has llegado como un trozo de barro que camina, como un soplo de Dios que piensa y ama.
Usa tu oportunidad de vida despierta con toda la largueza de sus dones, disfruta de todo cuanto Dios te ha regalado, El iluminará tu camino con la luz maravillosa de su mirada y su palabra; déjate conducir por su mano suave y detente cada vez que puedas a admirar la inconmensurable obra de Su Creación; llénate de flores, de aves, de perfumes y trinos y en la urna gentil de tu corazón ejerce el amor primero por El, luego por tu sangre y después por la tierra que te nutre, para que todo ello sea mañana la pródiga cuna y vientre en que arrulles y ,siembres las semillas dormidas que hoy viajan dentro de ti, desde siempre y por toda la eternidad, para ser otra vez nosotros mismos.
Tu abuelo Francisco