Habrás de acostumbrarte a mi partida
cuando tramonte el sol mi ultima tarde;
el alma liberada, sin alarde,
no sabrá del placer, ni de la herida.
Brindará mi jardín su postrer rosa,
blanca cual nieve en rosicler celaje
y la luz incendiada en el paisaje,
fingirá en el confín ser mariposa
El ave que hizo rama en mi garganta
a Dios dedicará su mejor trino,
liberada del polvo del camino
será otra voz que agradecida canta
El alma de su cárcel evadida
volará suspendida en suave viento;
sin lágrimas dará su último aliento
respirando al nacer, a nueva vida.