GURE ODOLA ESTEBAN

GURE ODOLA ESTEBAN

Llegaste por la puerta del otoño, con las últimas lágrimas del cielo; con la maduréz de las vides que regalan su linfa para el incruento rito de la Eucaristía, para que fluyan la palabra y el canto de los poetas, para que hoy eleve en tu honor una copa, brinde y pida para ti, los dones más caros de la Creación, aquellos que hacen al hombre digno de haber sido creado por encima del error, de la falta, del exceso, del pecado y permiten a quienes los portan, quitar de la frente de su Padre una espina, restañado la herida con el bálsamo de un beso, al practicar su ejemplo y vivir según su palabra.


La tierra te recibe con júbilo de verdes y tintes de ocre con que adorna su fértil cuerpo, tras el milagro de su maternidad en primavera; por ti, sólo por ti, ha roturado un generoso surco para que plantes tu sarmiento de hombre y refresques tus tiernas raíces que te unen a ella, tras haber devuelto a Dios las alas que te trajeron desde el remoto pasado del sueño hasta el lejano futuro de la esperanza.


Regresas al escenario de la vida en metamorfosis de oruga y mariposa, de semilla y árbol, de huevo y ave, de niño y de anciano, de ausencia y presencia. Hoy hace veinticinco años, a la misma hora que arribaste a la vida, Dios se sintió tan solo y tan triste, que invitó a tu bisabuelo Francisco a platicar con El a su casa, donde viven en la mejor recámara, con las ventanas abiertas a Zugarramurdi. Hoy hablan de ti, de tu airoso desde allá donde estuviste con ellos y con una guitarra que llevó mi madre, han cantado tus primeras mañanitas, tan quedito para no despertarte, que solo tu las has escuchado.


Dios que todo lo cambia y transforma, pues no quita ni mata, vió también que a veces el polvo del camino al andar irrita los ojos y fatiga el cuerpo del abuelo y en justa reciprocidad por tener El la compañía de tu bisabuelo, te envió a nosotros con nuevas palabras y aventuras que al paso del tiempo me irás contando e iremos viviendo; ahora, con el solo silencio de la voz que duerme en tu lengua y en tu pecho, dices tantas cosas que sé de ti y otras más que en ti adivino.


Bienvenido a este mundo que es tu casa que llenarás de risas y de gritos con Joaquín, Kevin y Patxilau y que no tiene para ti mas límites que tu fuerza para atravesar los mares, ascender las montañas, aspirar el viento, gozar del agua por la sed, del fruto por el hambre, del sueño por el cansancio, del placer por el llanto, hacer tuya la vida y disfrutar, una vez más, de todo cuanto te rodea y la inefable riqueza de volver a nacer

Tu abuelo Francisco